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El viaje a Gueningeka

El 18 de marzo de 2024, a las 6 de la mañana, Alejandra recibió una llamada de la señora Aris, coordinadora de la Casa de Gobierno. El grupo había recibido permiso para visitar la comunidad del Mamo Kandi. Alejandra, Miguel y Felipe se prepararon rápidamente, sabían que su tiempo en Pueblo Bello era limitado y debían aprovecharlo al máximo.


El día comenzó con un sol resplandeciente, presagio de una jornada intensa. Tras salir de la casa donde se hospedaban, los tres amigos se dirigieron al mercado, ya que tenían la responsabilidad de preparar el almuerzo para la comunidad. Compraron verduras, condimentos y carnes. Luego, adquirieron los útiles escolares que donarían: cuadernos, lápices, borradores y sacapuntas.


A las 11 de la mañana, llegaron al punto de encuentro con su guía, un hombre arhuaco, hermano de la mujer del Mamo. Vestía la manta tradicional y llevaba consigo una mula, que ayudaría a transportar las provisiones. Con nerviosismo y una mezcla de sentimientos, iniciaron su travesía hacia Gueningeka.


El sendero, cubierto de arena amarillenta que reflejaba el implacable sol del mediodía, comenzó a cobrar factura. Alejandra, la menos acostumbrada al senderismo, fue la primera en sentir el agotamiento. Con el pie dolorido, sedienta y mareada por el reflejo del sol, luchaba por mantener el ritmo. Finalmente, al borde de sus fuerzas, decidió montar la mula, a pesar de la tristeza que le causaba no poder continuar a pie.


Miguel, confiado en su resistencia, caminó al lado del guía, aprovechando para tomar fotos y videos del camino. Sin embargo, no había previsto la intensidad del sol, y pronto, él también cedió al cansancio y se unió a Alejandra en la mula.

 

Felipe, por otro lado, logró avanzar a pie todo el trayecto. Controlando su respiración y el cansancio, disfrutó del paisaje y las montañas que los rodeaban, emocionado por la experiencia a pesar de las duras condiciones climáticas.



A mitad del camino, hicieron una pausa en un arroyo para refrescarse y llenar sus botellas de agua. La segunda parte del trayecto, aunque más sombría y rodeada de árboles, siguió siendo exigente.


Finalmente, tras horas de caminata, divisaron una pequeña casa de barro habitada por una mujer arhuaca y sus hijos. El guía les informó que estaban cerca de Gueningeka. Las nubes habían cubierto el sol, y el paisaje árido dio paso a un camino más fresco y estrecho, rodeado de vegetación.

Al llegar a la comunidad del Mamo Kandi, los tres amigos experimentaron una mezcla de emociones: cansancio, emoción, curiosidad y nerviosismo. A pesar de la barrera lingüística, fueron recibidos con cariño y respeto. Su estancia estuvo llena de experiencias enriquecedoras, charlas, risas y aprendizaje.


Cumplieron con todas las tareas que se habían propuesto: entregaron las donaciones, recolectaron la información necesaria para su trabajo de grado y se empaparon del conocimiento y la sabiduría de la comunidad.


Esta experiencia marcó un antes y un después en sus vidas, tanto personal como profesionalmente. Supieron que no solo estaban realizando un proyecto académico, sino que también se estaban enriqueciendo con los saberes y la visión del mundo de la comunidad arhuaca.


Hoy, Miguel, Alejandra y Felipe recuerdan con cariño este viaje, una vivencia que los llenó de orgullo. Siempre llevan consigo la frase del Mamo: “El tiempo es de la naturaleza,” y sus palabras en Pueblo Bello: “Si ustedes llegaron hasta aquí es porque la naturaleza lo quiso.”




 
 
 

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Universidad de Pamplona

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Comunicación Social

Realizadores: Alejandra Argel - Andrés Cano - Miguel Pineda

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